22 may 2014

Babysitter: cuidando a un bebé de 5 meses

A veces, cuando sus padres lo necesitan, cuido a bebés en sus casas. Algo les surge a sus progenitores, me avisan y siempre que puedo voy a pasar unas horas con su hijo. Reconozco que ese tramo de edad, antes de que echan a andar, es mi preferido, así que hago lo posible por ayudar a estas familias durante un rato.

Hace unos días pasé unas horas con un niño de 5 meses que conocí en ese mismo instante, se llamaba Peter. Cuando entré estaba con su madre en la mochila canguro. Si bien sólo le veía sus ojos, en ellos se adivinaban un amplia sonrisa. En esta edad en la que el miedo al extraño todavía no se ha instaurado, me aceptó sin problemas. Su mamá se marchó y no puso ninguan objeción. Pasamos 4 horas juntos.

Las madres me suelen explicar qué necesitará su hijo durante esas horas: cuándo le tocaría comer, o dormir, cuándo le cambiaron el pañal... Esas indicaciones me ayudan bastante, aunque siempre constato que son los bebés los que me dicen qué necesitan....


Desde el principio Peter estuvo muy enfocado en comunicarse conmigo. Tenía la sonrisa (¡y la carcajada!) fácil, sólo hacía falta que me acercara un poco a él y le hablara para que me mostrara su alegría. Tendido boca arriba en el suelo sobre su mantita, los sonidos que emiten a esta edad son guturales. Así que me pedía una conversación con él cada vez que no estaba ocupado en dormir, comer o jugar a su aire. "Ajoooo, ajoooo" le decía, me mirada concentrado, sonreía y me respondía "agrrrr, agrrrooo". Así pasábamos el rato, cuando yo dejaba de hablarle él se quedaba sorprendido, mirándome con ojos bien abiertos y al rato emitía otro sonido. Lo que no le gustaba es que desviara la mirada para otro lado, ahí me gritaba, me estaba llamando la atención para que le mirara a la cara. Es tan importante mirar a un niño, a través de mi mirada él podía ver mi alegría al escucharlo, mi emoción al verle reir, mi aceptación, mi cariño, mi respeto. Ver mis labios moverse a la vez que yo hablada debe ser impactante también para un bebé tan pequeño, por ahí deben salir los sonidos...


Durante estas horas él me iba diciendo si quería comunicarse, dormir o comer. O jugar: e repente, a pesar de estar delante de él hablándole, ya no me miraba, no parecía interesado, giraba su cabeza y se concentró en un juguete. Intentó cogerlo con el brazo más cercano y luego con el otro... pum... quedó boca abajo. Bien, por fin agarró el objeto que deseaba, lo manipulaba, agachaba la cabeza para metérselo en la boca. Hablaba con el juguete, consigo mismo, qué más da. Y luego se puso a cuatro patas, emitiendo grititos, se balanceaba hacia adelante y hacia detrás. Se cansaba y de nuevo boca abajo. Este era su tiempo de investigar el mundo, así que lo dejé tranquilo, en su juego, en su aprendizaje, en su investigación de sus capacidades y las características del mundo físico que le rodea.

 Durante este tiempo también hubo unos minutos de siesta. Y al levantarse parecía hambriento, supuse, porque no le calmaba le hecho de que le hablara, ni el dejarlo en el suelo... le calenté el biberón de leche materna que su madre había dejado en el frigorífico y al mostrárselo fue evidente su alegría. De hecho se lo bebió con ganas, disfrutando, mientras me miraba  la cara. 

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Montserrat Reyes

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